Es obvio que, para un buen interrogatorio, es necesario dominar la psicopatología. Si con un conjunto de signos ya observados y un conjunto de síntomas manifestados por el paciente, no tenemos suficientes elementos para un diagnóstico, nuestra decisión sobre qué cosas adicionales preguntar estará basada en qué tanto dominamos los manuales de diagnóstico. Nuestra meta es llegar a un diagnóstico certero.
Salvada esta parte, ahora nos corresponde determinar quién es el paciente en el momento actual. Edad, condición socioeconómica, actividades, preferencias, cómo ve la vida, etc. El fin es tener una visión realista del paciente y poder establecer hipótesis sobre la relación entre su realidad y la patología. Más aún, qué utilidad podría representar la patología en su vida. Con estos datos podríamos estimar el pronóstico de recuperación y, con ello, la duración de un posible tratamiento.
La recopilación de datos es un proceso en el que se pone en juego todo nuestro conocimiento sobre el comportamiento humano (teoría); todo nuestro conocimiento sobre los signos y síntomas de los distintos trastornos psicológicos (psicopatología) pero, sobre todo, nuestra habilidad en el manejo de las distintas herramientas de trabajo (técnica).
Hasta ahora, hemos hecho referencia a sólo dos de las herramientas de las que disponemos, la observación y la entrevista. Tomando en cuenta lo anterior, con ellas, bastaría para llegar a un buen diagnóstico. Sin embargo, en aras de la rigurosidad científica, de no serlo, podríamos recurrir a herramientas adicionales como son: la revisión documental, las pruebas psicológicas y la interconsulta. Un principio general en esta fase es que procuraremos sólo recopilar la información indispensable para tener una comprensión clara del paciente, su demanda y sus expectativas acerca de la atención psicológica. No hagamos perder tiempo del paciente en tareas irrelevantes.