¿Por qué ir al psicólogo si yo no estoy loco? Esta es la reacción más frecuente que tiene una persona ante la petición de familiares o amigos para que asista a una consulta con el psicólogo. La principal razón de esta actitud negativa hacia la Psicología tiene que ver con un prejuicio que ha ido pasando de generación en generación.
Desde su nacimiento como ciencia, alrededor de 1879, la psicología se dedicó casi exclusivamente al estudio y tratamiento de desórdenes psicológicos como la esquizofrenia y la histeria que, en términos populares, se les denominaba, indistintamente, locura. Obviamente, las personas en este estado, presentaban signos de alteración perceptibles a simple vista, produciendo efectos atemorizantes en las personas y, por extensión, a los ambientes de la clínica psicológica. De este modo, nadie en su “sano juicio” estaría en disposición de exponerse a la crítica asistiendo al psicólogo.
Otra razón para resistirse a la atención del psicológica es que la persona no tiene una idea clara de lo que ocurre en el consultorio, formulándose ideas erróneas que le producen ansiedad y aprehensión. Una creencia común es que el psicólogo nos va a “leer la mente” y a poner en evidencia todos nuestros problemas, por tanto, mejor no asistir. También ocurre que algunas personas no tienen idea de qué asuntos se pueden atender en una consulta psicológica que no sean los tradicionales problemas mentales.
En este artículo trataremos de orientar al lector respecto a este fascinante tema, de modo que pueda beneficiarse de los avances de la psicología y comprender que cualquiera de nosotros puede asistir a una consulta psicológica por múltiples razones distintas a los problemas mentales.
En primer término, es buen saber que la psicología es una disciplina científica independiente cuyo objetivo principal es el estudio y comprensión de la conducta para ayudar a las personas a mejorar su calidad de vida, mediante la prevención de posibles problemas de orden psicológico, el tratamiento de aquéllos que aquejan al individuo o el desarrollo de su potencial psicológico. Esto significa que la consulta no es exclusivamente para tratar problemas mentales sino, también, se puede acudir en búsqueda de orientación, por ejemple, en la selección de carrera universitaria o la selección de personal; para asesoría técnica, por ejemplo, en una campaña publicitaria o vial, y en múltiples actividades de la vida cotidiana.
En segundo término, debemos saber que se puede pedir una consulta psicológica sin que medie un motivo “de peso” como depresión, ansiedad, fobias, problemas de comportamiento o insomnio, por ejemplo. No hay que esperar a sentirse mal para acudir al psicólogo. Lo óptimo sería realizar, por lo menos, una visita anual para controlar nuestro estado de salud mental, de la misma manera que lo hacemos con el médico general en lo que se refiere a la salud física. También es oportuna la consulta como manera de preparación para eventos específicos como el matrimonio, el nacimiento de nuestros hijos, el inicio de la época escolar, la selección de carrera universitaria y muchas otras situaciones similares.
Hay personas que saben de lo beneficioso que sería consultar al psicólogo, sin embargo, se abstienen de hacerlo porque temen equivocarse o no saber qué hacer durante la entrevista. Para ir al psicólogo no hay que tener una preparación previa. Lo más importante es presentarse al consultorio. No importa cuán nervioso, desorientado o confundido esté respecto a lo que tiene que hacer o decir, la primera tarea del psicólogo es ayudarlo a poner en orden sus ideas e identificar el “motivo de consulta”. Este motivo de consulta puede ser desde la necesidad de resolver un problema hasta la búsqueda de orientación y se dedica a esta tarea el tiempo de consulta que sea necesario.
Luego de establecido el motivo de consulta, si se trata de un problema, se intenta obtener información del cliente respecto al probable tiempo de inicio, la intensidad del malestar que le produce, los perjuicios que le ocasiona y si conoce las posibles causas que lo originaron. Simultáneamente se valoran los recursos psicológicos con que cuenta el cliente para hacerle frente a la situación y otros datos personales para obtener una visión realista de su situación. Con esta información se establece un diagnóstico que se le comunica al cliente, en el caso de los adultos, o a los padres, en el caso de niños. Luego, se traza un plan de acción o tratamiento que es discutido en todas sus partes con el cliente o persona responsable ya que es importante contar con su anuencia.
Otro punto importante es saber que los denominados “problemas psicológicos” no son exclusivos de cierto tipo de personas. Todos estamos expuestos a padecerlos por lo que es importante la prevención. Igualmente, las causas de los trastornos psicológicos varían desde los factores genéticos, hasta situaciones de la vida cotidiana a las que hacemos frente en forma inadecuada. La intensidad de los malestares psicológicos puede variar desde los más leves hasta moderados y graves.
En cualquier caso, la consulta psicológica es un recurso de inestimable valor que está al alcance de todas las personas y el cual no debemos desaprovechar, especialmente en esta era de modernismo, caracterizado por la prisa, el estrés y otros patrones de comportamiento social que atentan permanentemente contra nuestra salud mental.